La totalidad de empresas a las que todos consideramos “importantes” en sus respectivos sectores y muchas otras que utilizan el diseño gráfico como una herramienta estratégica de negocio, sacan partido de un hecho tan obvio como a menudo ignorado: “Nos influye lo que vemos”. Cualquier representación física de la imagen de una empresa que perciba la gente, ya sea una carta escrita en papel timbrado, un producto y su embalaje, un folleto, un logotipo en un anuncio, un cartel, un vehículo rotulado o una página web, es una magnífica oportunidad para ganar respeto y admiración. Y las empresas pueden obtener la opinión favorable de sus clientes mediante un uso inteligente de los múltiples elementos de su programa de comunicación.
Quien quiera crear, reformar o apoyar la imagen de su empresa no debería tener en cuenta los precios. Quizá esto resulte muy fácil de decir y difícil de hacer, pero en realidad existen profesionales del sector con mayor o menor experiencia y cuyos precios varían dentro de lo que es justo en un sector que, como mínimo, creará una identidad correcta para su empresa. Ciertamente, una tienda de barrio no puede costearse la contratación de agencias punteras, pero sí que puede -o debe- costearse la contratación de una agencia, estudio local o de un profesional autónomo porque, ante todo, el gasto que se realiza en la identidad de una empresa es una inversión de futuro, publicidad permanente, prestigio… una clara diferenciación de la competencia.